Los proyectos ya se han presentado, corregido y evaluado; las notas están puestas y el curso está a punto de finalizar.
Es el momento ideal para destacar una serie de
errores que observo con frecuencia en mi alumnado de proyectos de diseño.
Estos errores se repiten continuamente y, aunque proceden de asignaturas de diseño, muchos se pueden trasladar a otras materias o disciplinas.
El objetivo de este repaso es
identificarlos, aprender de ellos y, sobre todo, intentar corregirlos en el futuro.
1) No leer el ejercicio.
No leer el ejercicio escrito, o no prestar atención a la explicación del profesor, es un fallo habitual.
Cuando esto ocurre, suelen surgir escenas como esta:
—¿Qué hay que hacer? —Pregunta un alumno desinteresado.
—¿Has leído el ejercicio? —Responde el profesor, ya curtido en ese tipo de preguntas.
—No. —Contesta tajante el bohemio estudiante.
—Pues léelo —Ordena con sutileza el profesor, apesadumbrado porque no solo no le han leído el ejercicio, sino que tampoco han atendido a las explicaciones ni observado a sus compañeros.
Reflexión: Leer atentamente el enunciado es la primera muestra de atención y respeto hacia el trabajo propio y el ajeno.
2)
Leer el ejercicio sólo a medias.
No leer el ejercicio en su totalidad impide comprender el problema y, por tanto, entregar una solución correcta.
Entre los errores más habituales están:
– Entregar solo una parte de lo pedido.
– No respetar los términos o el formato de entrega.
– Presentar el trabajo fuera de plazo.
– Escribir mal el nombre o el título.
– No comprimir correctamente el archivo.
Por ejemplo, en cada ejercicio que escribo, siempre indico de forma destacada el lugar, la fecha y la hora límite de entrega. Sin embargo, el alumno despistado siempre encuentra el momento justo —cuando el profesor ya está preparado para corregir— para preguntar:
—Profe, ¿Había que entregar hoy? Es que aún voy por la mitad...
Además, los ejercicios suelen tener un tiempo limitado de realización. Aprender a ajustar el diseño y el nivel de acabado al tiempo disponible es parte fundamental del aprendizaje.
3) Copiar y pegar. El plagio descarado sin citar fuentes.
En los ejercicios que requieren entregar una memoria, un escrito o un resumen, es habitual encontrar poca investigación, reflexión o pensamiento crítico.
En los estudios de grado, suele repetirse la misma tónica: no se profundiza en el ejercicio, ni siquiera teniendo toda la información al alcance de un clic.
Ni facilitar un enlace escrito parece animar a ampliar la información. Solo en contadas ocasiones —y en alumnos especialmente brillantes— se da el caso contrario.
Así que se copia y pega lo primero que aparece en el buscador, sin citar los referentes, los autores ni las fuentes consultadas.
Tampoco se mencionan los libros ojeados, los traídos a clase por el profesor ni las direcciones de los sitios web utilizados.
Aprender a citar fuentes y reconocer el trabajo de otros es esencial.
Agradecer a quienes te han aportado algo, aunque sea una simple imagen de inspiración, demuestra respeto y madurez intelectual.
Si algo te ha servido o lo has tomado prestado, lo mínimo es mencionarlo por escrito en alguna parte del trabajo. Es un gesto sencillo que marca una gran diferencia.
4) Continuas faltas de ortografía.
No sólo en la escritura tradicional, sino también en formato digital, siguen apareciendo numerosas faltas de ortografía a pesar de la abundancia de correctores. A mí también puede escapárseme alguna palabra; pero tantas, tantas como las que veo en algunos estudiantes de diseño no es lo habitual.
En pruebas escritas me he encontrado con alumnos que ni siquiera ponen el punto sobre la «i», justificándolo como un rasgo de estilo personal. El resultado es que la lectura se vuelve ilegible o muy complicada. Corregir lo escrito, descifrando cada línea o párrafo, se convierte en una tarea molesta.
Cuando yo estudié Bachillerato (BUP, COU), con tres o más faltas de ortografía la parte escrita del examen se consideraba suspensa.
Me pregunto: ¿Quién contrataría a alguien con continuas faltas gramaticales?
Alguna sugerencia práctica que puedo añadir:
- Establecer en la rúbrica del ejercicio un apartado claro sobre ortografía y presentación (p. ej. penalización visible por faltas repetidas).
- Invitar a leer en voz alta como método rápido para detectar errores y frases incómodas.
5) No repasar el ejercicio antes de entregar ni respetar los tiempos de entrega.
Se espera al último minuto para entregar los proyectos o ejercicios complejos.
Cuando no hay supervisión, suelen pasar desapercibidos muchos detalles y condicionantes importantes.
Por ejemplo, en proyectos de diseño web, apenas queda tiempo para las fases de testing y verificación.
Aunque se indique claramente un límite de 20 megas, hay quien lo entrega con ¡200 megas!
Y, para colmo, se queja airadamente de que se le ha bajado la nota por “esa nimiedad”.
Otra escena habitual es la siguiente:
—Profe, déjanos un poco más... diez minutos, media hora, por favor. ¡No seas malo!
Las clases de proyectos suelen durar tres horas por sesión.
Muchos alumnos llegan diez o quince minutos tarde, ya que no hay “recreo” oficial.
A veces, incluso se marchan veinte minutos antes.
Pero el día de la entrega, eso cambia: se trabaja a toda velocidad frente a la pantalla, como si el diseño fuera a salir por arte de magia.
Y no suele funcionar.
Para evitar estas situaciones, suelo usar la metáfora del semáforo en rojo:
—Chicos, lo siento, pero el semáforo de entrega ya está en rojo. Entregad lo que tengáis.
Si el profesor amplía el plazo, el problema se traslada: será él quien acabe estresado, sin tiempo para evaluar ni corregir adecuadamente antes de la sesión de evaluación.
6)
Nivel de complejidad demasiado bajo.
Algunos trabajos presentan una aplicación mínima de conocimientos teóricos o técnicos.
Se recurre a una estética minimalista, sin aplicar principios de composición, contraste o armonía de colores.
Algunos alumnos piensan que la estética minimalista resuelve automáticamente los problemas técnicos y comunicativos, pero la sencillez solo funciona cuando está respaldada por reflexión y conocimiento.
Cierro con una frase reflexiva.
“El diseño no consiste en hacer menos, sino en saber por qué se elimina algo.”
Conclusión
El objetivo de señalar estos errores no es criticar por criticar, sino aprender de ellos y mejorar tanto la práctica docente como el aprendizaje del alumnado.
La atención a los detalles, la lectura completa de las instrucciones, la correcta citación de fuentes, la ortografía, la gestión del tiempo y la profundidad conceptual marcan la diferencia entre un trabajo aceptable y uno verdaderamente destacado.
Como docentes, nuestra misión es acompañar y corregir, pero también enseñar a mirar más allá de lo superficial. Como alumnos, la reflexión y la atención al detalle son herramientas imprescindibles para crecer.
Nota: Esta conclusión ha sido elaborada con la colaboración de ChatGPT, una herramienta que, bien utilizada, puede potenciar la creatividad y el pensamiento crítico, también en el ámbito educativo.
A mí, personalmente, me permite ampliar conocimientos, explorar nuevas perspectivas sobre la materia que imparto y, en definitiva, llegar más lejos en mi labor diaria como docente.
Otros enlaces:
ChatGPT.